A través de su impresionante proyecto visual conocido como No Signal (Sin Cobertura), el fotógrafo Brice Portolano comparte las notables historias de personas que han elegido escapar de un estilo de vida altamente urbanizado y volver a conectar con la naturaleza.
Arctic Love es el primero de cuatro remarcables fotoensayos. En la serie, sigue a una joven llamada Tinja que vive a 180 millas de la ciudad más cercana. Portolano ha documentado su distintivo estilo de vida en el desierto helado, donde cría 85 perros de trineo y vive de la inquietantemente bella tierra finlandesa.
Tinja sobrevive totalmente fuera de la civilización, cocinando en un horno de leña, usando velas para iluminar su casa, y yendo a buscar agua a un río donde tiene que romper la superficie helada cada mañana. Esta está su vida, y ella adora la paz que ha encontrado en la soledad de la naturaleza.
Disfruta trabajando con sus perros, alimentándolos, limpiando sus jaulas y ejercitándolos por tandas través de la tundra, pero no mantiene a los animales con ningún tipo de fin comercial.
Cada año, en el mes de Septiembre, en el municipio de Vielha, celebran la fiesta, ellos la llaman "Era Hesta". El programa es muy completo, pero lo que mas me gusta son sus bailes tradicionales, se me van los pies con su música; y el ultimo baile participan todas las personas que lo deseen junto con los bailarines.
Estos auriculares pueden ser el comienzo de una revolución en la comunicación. Son capaces de traducir 37 idiomas en una conversación en tiempo real. Las fronteras lingüísticas caerían gracias a estos dispositivos y podríamos charlar con cualquier persona sin necesidad de hablar su idioma.
Rob Greenfield pensaba que la gente es buena, y así lo demostró.
Cogió un vuelo a un destino muy lejano, Panamá, y sin llevar dinero, ni teléfono, ni nada más que ropa recorrió 7 países (6500 kilómetros) hasta llegar a su casa.
El documental lo pudo lograr gracias a 28 personas que se encontró en su camino y que con sus cámaras le grabaron.
Voy de camino a León y de paso siempre toca cruzar los Monegros. Es una extraña sensación, un sitio tan árido y solitario y a la vez tan único con esas montañitas semipeladas con cuatro hierbajos mal puestos jejeje.